Todas las civilizaciones ancestrales buscaban que el hombre y la mujer pudieran emprender un camino de autoconocimiento y de evolución espiritual. Estos procesos de individuación o
iniciación eran para forjar en nosotros la presencia y la consciencia de que somos una
divinidad encarnada en una biología. El camino evolutivo buscaba la coherencia entre lo que en esencia somos, pensamos, sentimos y hacemos. Para eso debemos crear una dirección para soltar las demandas emocionales que teníamos de nuestro progenitores.